Inmóviles. Fríos y señoriales. Daoíz y Velarde; firmeza y victoria. Dos grandes protectores para un gran pueblo.

Pensamientos de un niño al contemplar por primera vez la casa de todos los españoles, el Congreso de los Diputados. Allá pude contemplar la perfección del neoclasicismo del XIX; un pórtico con 6 columnas de estilo corintio que soportan un frontón en el que la Fortaleza, la Libertad, la Justicia, las Ciencias, la Armonía, el Valor, la Paz, la Abundancia, los Ríos, el Comercio, las Bellas Artes y la Agricultura acompañan a la España que estaba por llegar, una España social, democrática y constitucionalista.

Os preguntaréis el porqué de esta breve descripción. Pues bien, es en este Palacio de las Cortes, podemos encontrar el manuscrito de nuestra Constitución, concretamente en la estancia que lleva por nombre el “Escritorio de la Constitución”. Un ejemplar que hace las delicias de cualquier demócrata y de cualquier defensor de la España plural.

39 años han pasado de aquel 6 de diciembre de 1978. Todo parecía ser distinto; las inquietudes de la población, las corrientes ideológicas, el Seat 600, las Galerías Preciados, los comics de Mafalda… pero, ¿de verdad a cambiado tanto España? Yo tengo la teoría de que el envoltorio ha ido evolucionando pero la esencia de aquellos días se mantiene en quienes recuerdan aquel gran 1978 con una sonrisa. Conseguimos dejar atrás años oscuros en los que una parte de la sociedad no podía convivir con la otra, años en los que las muertes se contaban por miles y las disculpas parecían no tener cabida en ese vorágine de persecuciones, sirenas y lutos.

Esos escasos 169 artículos cambiaron por completo el panorama jurídico, legislativo, gubernamental, social… Esta Constitución estableció una forma de gobierno, una forma de estado, unos derechos fundamentales básicos para cualquier democracia moderna, unos derechos y deberes de todo ciudadano, unos procedimientos de creación de leyes…en definitiva, una reestructuración social, económica, política y jurídica.

ACTUALIDAD DE LA CONSTITUCIÓN.

Muchos han sido los que, con su compañía de reformas integrales han querido acabar con nuestra Constitución. Ya desde un primer momento los hubo que solicitaban la abstención y voto contrario en el referéndum del 6 de diciembre, como os podréis imaginar, los de siempre, desde los defensores del terrorismo armado de ETA como Herri Batasuna (HB) hasta los que hoy día perpetran golpes contra la democracia en Cataluña como Esquerra Republicana (ERC).

La pregunta clave que todos nos hemos hecho alguna vez, ¿debemos reformala?

Yo personalmente soy partidario de “cuanto menos, mejor para todos”. No niego la necesidad de cambios puntuales para mejorar la convivencia e integración, pero nunca podré estar de acuerdo en que se use de arma arrojadiza cuando los conflictos salen a la luz o cuando nos aproximamos a época de elecciones y ciertos partidos políticos se alinean con esta norma suprema para captar algún voto indeciso. La posible reforma de Constitución no puede ser utilizada como moneda de cambio para solucionar conflictos puntuales, muchos de ellos alejados de la actual legalidad.

UN PUEBLO Y 155 RAZONES POR LAS QUE DEFENDERLO.

La crisis legal y económica a la que Cataluña se sometió hace ya muchos años no ha hecho otra cosa que explotar. Los constantes coqueteos con la ilegalidad han propiciado aquel famoso “el que la hace, la paga”. La aplicación, o si me permitís la expresión, puesta en juego del artículo 155 no es más que un mecanismo de intervención en la autonomía, nunca una suspensión de la misma, por muchos que los detractores de la aplicación de este precepto digan lo contrario.

La inseguridad jurídica que flotaba en la atmósfera ha hecho que miles de empresas estrechamente vinculadas con la sociedad catalana hayan tenido que abandonar su tierra para poder garantizar una estabilidad empresarial, de la que sin duda alguna, viven y disfrutan muchas familias.

A modo de conclusión y, tras haber dejado la miel en los labios, quiero acabar con una frase de Adolfo Suárez que dice así:

“La Constitución no resolverá todos nuestros problemas, pero todos seremos protagonistas de nuestra historia”

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